Necesario, se entiende por necesidad una carencia o la exigencia de algo, lo necesario satisfaría la necesidad de la razón.
El Ñandú del Sur me deposita en la rotonda de ingreso a Guaminí, desde ese punto hasta el casco urbano me separan cuatro kilómetros, cuarenta cuadras, nada, nada si no fuera porque el reloj marca puntualmente las cuatro de la mañana, y a las cuatro de la mañana en la rotonda de Guaminí duerme hasta el viento.
Sólo existe la posibilidad de caminar ese camino prolijo pintado de luz naranja. Parto, ciego, casi anestesiado por una noche superpoblada de estrellas. El secreto es avanzar a paso regular, sin parar, sin pensar, sin mirar atrás, sin contar los pasos entre cada columna, sin calcular cálculos estúpidos, pero inevitablemente sucede, sucede que se entrecrucen en el pensamiento la Zanja de Alsina y Calfucurá con un blues mal silbado, la noción de estar parado en la colina de la vida con la realidad de como ubicaré mi hotel sin un plano y sin la variable gente que escuche y hable para que me oriente.
Fueron un poco mas de cuarenta minutos entre un ensordecedor silencio matizado por algún que otro mugido venido tras la arboleda, carteles que señalaban caminos que se hunden en la noche y la noción que en un punto cercano la ciudad comenzaba a materializarse.
Paso frente al matadero de Salamone, rodeado de camiones, cruzo la vía y hago una triunfal entrada por la Hipólito Irigoyen, sí, la Irigoyen es la calle del hotel, estoy a tan solo doscientos metros de él, suerte me digo...
A las cinco en punto ya estoy acostado con la intención de poder dormir unas pocas horas para poder así comenzar con un poco de lucidez la aventura del descubrimiento, a las cinco y quince suena la alarma del celular que todos los días me devuelve a la rutina de Tiempos Modernos en su versión trash life.
No duermo y a las siete, up, hora del indispensable café y rápido armado de la estrategia para la jornada, por suerte los dueños del Hotel Molina me contactan con quién sería mi guía por los bellos y desolados parajes que pretendo visitar.
A lo largo del día desfilarán pueblos, estaciones, plazas, estancias, asombros, ironías, gestos que intentarán conformar el mapa de mis deseos.
El Ñandú del Sur me deposita en la rotonda de ingreso a Guaminí, desde ese punto hasta el casco urbano me separan cuatro kilómetros, cuarenta cuadras, nada, nada si no fuera porque el reloj marca puntualmente las cuatro de la mañana, y a las cuatro de la mañana en la rotonda de Guaminí duerme hasta el viento.
Sólo existe la posibilidad de caminar ese camino prolijo pintado de luz naranja. Parto, ciego, casi anestesiado por una noche superpoblada de estrellas. El secreto es avanzar a paso regular, sin parar, sin pensar, sin mirar atrás, sin contar los pasos entre cada columna, sin calcular cálculos estúpidos, pero inevitablemente sucede, sucede que se entrecrucen en el pensamiento la Zanja de Alsina y Calfucurá con un blues mal silbado, la noción de estar parado en la colina de la vida con la realidad de como ubicaré mi hotel sin un plano y sin la variable gente que escuche y hable para que me oriente.
Fueron un poco mas de cuarenta minutos entre un ensordecedor silencio matizado por algún que otro mugido venido tras la arboleda, carteles que señalaban caminos que se hunden en la noche y la noción que en un punto cercano la ciudad comenzaba a materializarse.
Paso frente al matadero de Salamone, rodeado de camiones, cruzo la vía y hago una triunfal entrada por la Hipólito Irigoyen, sí, la Irigoyen es la calle del hotel, estoy a tan solo doscientos metros de él, suerte me digo...
No duermo y a las siete, up, hora del indispensable café y rápido armado de la estrategia para la jornada, por suerte los dueños del Hotel Molina me contactan con quién sería mi guía por los bellos y desolados parajes que pretendo visitar.
A lo largo del día desfilarán pueblos, estaciones, plazas, estancias, asombros, ironías, gestos que intentarán conformar el mapa de mis deseos.
Uy, cuantas estaciones que estàs subiendo!!! Què buena la foto de la ventana! Abrazo, Rodo, hay mucho para leer.
ResponderEliminarFueron 10 días de movimiento constante, más de 1500 fotos, 44 locaciones, varios descubrimientos, un cumpleaños pasado en el anonimato y la renovación del compromiso de seguir dándole un hilo de voz a muchos sitios rescatados del silencio sepulcral.
ResponderEliminarAbrazo y un gracias gigante!