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jueves, 3 de abril de 2014

Berdier, Buenos Aires, Argentina

Los pueblos Pampas, Querandíes y Araucanos eran quienes habitaban la tierra en la zona que hoy nos ocupa. El Presidente Bernardino Rivadavia actuando según el espíritu de la nueva Constitución de 1826, que promovía la libertad de comercio, procede a ampliar las líneas de frontera internas, desplazando al originario por detrás de éstas, hecho que se consuma militarmente gracias a los aportes financieros de los hacendados más ricos. Una vez ganada las tierras que ocupaban los pueblos primigenios, durante el gobierno de Las Heras comenzaron a darse tierras en carácter de concesión. Todas éstas toman el carácter de latifundio porque sus beneficiarios no las explotan o subarriendan en espera que pasen los 33 años que constituyen el plazo de amortización del empréstito de la Baring de Londres, firmado por Rivadavia, en donde hipotecaba todos los bienes y territorios de Buenos Aires.
José Gregorio Berdier nace en 1836, en 1842 se desempeña como escribiente en la secretaría del Gobernador Juan Manuel de Rosas. En 1861 contrae matrimonio con Doña Agueda Pacheco y Reynoso, hija del General Pacheco, luego de su matrimonio se instala en la zona, dedicándose a las tareas rurales, principalmente especializándose en la cría de ovejas. Fue miembro de la Sociedad Rural, parte del directorio del Ferrocarril del Oeste y Diputado de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires. Fallece en el 1900 y durante 1908 cuando el Ferrocarril Compañía General de Buenos Aires, atraviesa la zona con un tendido de vías, dos de sus tres hijas donan tierras para la fundación de un pueblo que llevará el nombre de su padre.
El Gobierno de la Nación por ley 4417, sancionada el 20 de setiembre de 1904 y promulgada cuatro días después por el Presidente Roca, acordó a Casimiro de Bruyn y Rómulo Otamendi el derecho de construir y explotar una red de ferrocarriles que vinculara Buenos Aires con el puerto de Rosario (Santa Fe).
La compañía en cuestión se denominó Compañía General de Ferrocarriles en la Provincia de Buenos Aires, integrada con capitales belgas y franceses. La obra se culmina a fines de 1907, librándose al servicio de cargas a partir del 15 de noviembre del citado año.
En mayo de 1908, y a pedido de las señoritas Corina y Hortensia Berdier se procede al amojonamiento y delineación del pueblo y zona de quintas en el campo propiedad de las mismas. Procedido el acto el pueblo de Berdier se funda el 10 de febrero de 1910.
A principios de su fundación el asentamiento contaba con unos 2000 habitantes, actualmente según datos del censo 2010 la población de Berdier trepa a las 177 personas, que conviven en un pueblo de neto carácter rural, sin asfalto, profusamente arbolado, con una distribución de calles que se aparta del damero tradicional, pero con toda la magia del tiempo suspendido. El club centenario, la panadería, el almacén, las casa de esquina, la toma de agua para riego, la estación profundamente deteriorada, pero que conserva el encanto romántico de las francesas.
La panadería fue fundada por Luis Framis, un catalán de Gerona que abre las puertas de su negocio a principio de la década del treinta. En 1983, fallece, continuando con el emprendimiento su hijo Pepe Framis, quién sigue horneando sus famosas tortas negras que durante décadas han acompañado los desayunos y meriendas de los pobladores de Berdier.
Aquí funcionó la primera carnicería de Menédez
El viejo edificio de la Casa Rotea de ramos generales 
No dan ganas de irse de Berdier, dan ganas de quedarse a respirar profundo bajo esa tupida fronda que lo engalana, dan ganas de contemplar durante largo rato esas construcciones centenarias y quedarse horas escuchando y aprendiendo cuanto tengan de contar sus viejos vecinos. Berdier extracta y resume todo lo bueno que conlleva el término pueblo rural.
Seguimos viaje con la mira puesta en un sitio abandonado, las informaciones que nos brindan para ubicarlo son confusas y el mediodía golpea las puertas del cielo, acordamos seguir viaje rumbo al último pueblo de la mañana del sábado, para ello tendremos que andar por desmejorados caminos de tierra e incursionar furtivamente en el partido de Chacabuco, con la difícil misión de encontrar algo que supere a la grata experiencia Berdier.

miércoles, 2 de abril de 2014

Gahan, Buenos Aires, Argentina

El sol de viernes tiñe de naranja las últimas nubes camino a Pergamino, el pronóstico climático y el ánimo presagiaban tres buenos días por delante.
Antes de alojarme en el Claus me contacto con quién pueda llevarme a recorrer los pueblitos del Partido, luego vendrá una cena tranquila, una cama por demás de confortable y una película para cerrar la primera noche de aventura.
El Amigo Gustavo será mi guía, rápidamente aparecen coincidencias ideológicas, políticas y sociales que enriquecerán los momentos compartidos. La primera parada será Gahan sobre la ruta 31, aquella que cobrara notoriedad debido a uno de los hechos policiales más absurdos y bizarros de los últimos tiempos.
El nombre del pueblo proviene de la familia homónima de origen irlandés que poseía tierras en la zona. Según datos del censo 2010, su población alcanzaba los 648 habitantes, y como casi todos los pueblos rurales su formación y desarrollo posterior estuvieron ligados al paso del ferrocarril, en este caso el trazado perteneció al famoso Tramway Rural de los hermanos Lacroze, empresa que una vez vendida pasó a formar parte del Ferrocarril Central Buenos Aires.
Dos usinas eléctricas le proporcionaban energía en los años 30 durante las horas del atardecer y hasta la medianoche, luego el avance de la electrificación rural permitió vincular Gahan al sistema interconectado.
El correo dependía del ferrocarril y contaba con servicio de telégrafo y transporte colectivo que la unía con la ciudad de Salto, distante 15 kilómetros. El acceso a la ruta 31 y su primer asfalto interno llegaron de la mano de la década del sesenta.
Ya por los cuarenta contaba con un cine y la constante visita de circos de gitanos, los mayores jugaban al truco en el bar de Schenone o en el almacén de Don Quica, la peluquería de Santantón era otro punto de encuentro masculino y el quiosco de Doña Tita la conexión con el mundo gráfico ya que allí llegaban con retraso los diarios y las revistas de alcance nacional, todo un micromundo autosustentable que mantiene casi constante su población.
Pero si pensamos en Gahan y en la ruta 31, nada de lo relatado nos vendría inmediatamente a la mente, desgraciadamente el sitio quedó ligado a los acontecimientos sucedidos aquel 12 de diciembre del 2009, cuando detrás de uno altos matorrales, justo enfrente de una peligrosa curva apareció volcado el auto rojo de la Familia Pomar, aquellos cuatro bonaerenses que fueron buscados por tierra, aire y mar durante 24 días, tejiendo en torno a su desaparición historias tan alocadas como la vinculación del padre, un químico desocupado, con el Cartel de Sinaloa, o la aún más descabellada teoría de la abducción, último rincón posible cuando se caen una a una las pistas más lógicas y racionales.
Gustavo, como creo todos los habitantes de la zona tienen una teoría posible, para él, la lluvia que caía esa oscura noche de noviembre, más el pésimo estado de la 31, más el cruce justo en la curva con algún camión y una mala maniobra o roce, terminaron por hacer volar por los aires al Fiat rojo para caer invertido tras los altos matorrales que ahora han sido acondicionados en un fotógenico paraje cargado de muerte injusta.
Hecho a volar una pequeña plegaria y seguimos camino reflexionando sobre cuantas tragedias podrían haberse evitado haciendo bien las cosas, claro juzgar con el diario de mañana es fácil, pero lo otro tampoco es un imposible, aquí, allá y en cualquier parte del Mundo.

http://es.wikipedia.org/wiki/Caso_Pomar

Salto, Buenos Aires, Argentina

No se tiene conocimiento sobre la fecha exacta de fundación de Salto, se sabe sí que para 1637 se distribuyeron tierras en la zona y a fines de 1737, el Capitán Juan José de San Martín realiza una incursión contra los indios, estableciendo una avanzada denominada "La Guardia del Salto".
Documentos de la época hablan sobre el accionar de los indios Pampas, "robando, insultando y matando cristianos" en el paraje denominado El Salto del Arrecifes. Para 1738 los caciques Hecanatú y Carunlomko continúan con los ataques, hecho que lleva a las autoridades locales a pedir que se construya un fuerte en los pagos del Arrecifes para la defensa de la jurisdicción contra los "indios infieles que andan cometiendo tropelías contra la gente cristiana".
Para 1752 se establece la compañía de Blandengues "La Invencible" en el fortín del Salto, y entre 1772 y 1775 la tradición indica la existencia del primer núcleo poblacional, diezmado en 1778 a raíz de la epidemia de viruelas que asola la región.
En 1801 el pago de Salto, aparece como partido, durante el Virreinato del Mariscal de Campo de los Ejércitos Reales, Gobernador y Capitán General del Río de la Plata, Don Joaquín del Pino y Rosas.
El 2 de diciembre de 1820, el general chileno José Miguel Carrera, aliado a los indios que comanda el Cacique Yanquetruz, asalta y destruye el salto, siendo este acto el acontecimiento más significativo luego de la Independencia.
La historia reciente nos sitúa a Salto en un punto estratégico de la pampa gringa, con excelentes tierras para el cultivo y la ganadería, regada por ríos y vías férreas, sembrada de estancias, graneros y caminos.
La Plaza San Martín y su iglesia catedral consagrada a San Pablo Apóstol dominan al centro de la ciudad, arterias comerciales y edificios públicos completan el panorama central de una población que mira hacia el río y la franja costera bañada por el mismo. El balneario es uno de los más frecuentados, no sólo por sus habitantes, también por arribados de localidades aledañas que encuentran aquí todo el equipamiento necesario para pasar jornadas plenas. En el edificio blanco funciona el Museo Arqueológico, sitio un tanto resistido debido a que muchos creen que otro destino más popular y masivo le sentaría bien al predio principal del balneario.
La visita por la ciudad continuó con la instalación dedicada a Pancho Sierra, al Molino Quemado, las estaciones ferroviarias y los puentes que coquetean con un río que cambia de nombre al paso por cada localidad.
El clima del último fin de semana largo me permitió aprovechar muy bien el tiempo, no solo dentro del área urbana, también recorriendo casi todos los pueblos del Partido en busca de los clásicos, abandonos ferroviarios, calles de tierra, puestas de sol, momentos detenidos en el tiempo y una joya total que dejaré para el final del recorrido.
El Molino Quemado es visita obligada para quienes arriban a la localidad, se ubica en las proximidades del mismísimo salto del río, ahora reconstruido y que decidí no mostrar para generar expectativas en quienes pretendan visitar la ciudad.
Su construcción data del 1856, cobrando importancia ya que desde aquí salió una de las primeras exportaciones de harina hacia los Estados Unidos. La parte principal del edificio propiedad del inmigrante italiano David Lanata, era de unos cincuenta metros de frente repartidos en dos plantas. El arroyo Saladillo Chico bordeaba toda la construcción y su rueda principal se hallaba sobre el río Salto. Su nombre alude al incendio que sufrió durante la madrugada del 5 de abril de 1931, hecho que lo destruyó por completo.
Se llega hasta él mediante un camino de tierra prolongación de la costanera, modestamente creo que debería por lo menos consolidarse el camino ya que en época de lluvia llegar hasta sus ruinas se torna difícil, siendo uno de los motivos turísticos más importantes de Salto.
El otro sitio que convoca la atención de los viajeros es la tumba de Pancho Sierra.
Francisco Sierra nació el 21 de abril de 1831 en el caserío de Salto según datos aportados por él al momento de iniciar trámites sucesorios, ya que nunca fue hallada su partida de nacimiento.
En el año 1820 su abuela, Doña Toribia López de Sierra fue raptada por el malón del Cacique Yanquetruz, con la participación del general invasor José Miguel Carrera, éste hecho vincula a su familia con los orígenes mismos del núcleo poblacional.
Según cuentan sus biógrafos y contradiciendo voces populares, nunca estudió medicina aquí o en Europa y sus atribuciones sanadoras se manifestaron cuando decidió recluirse en el establecimiento San Francisco debido a un desengaño amoroso que lo mantuvo alejado de la sociedad por un tiempo prolongado. Su retorno sorprendió a sus allegados ya que según manifiestan volvió mucho más reflexivo, abstraído y sumamente interesado por los males que aquejaban a sus semejantes. Después de vivir un tiempo en la ciudad de Rojas, se instala definitivamente en la estancia El Porvenir, herencia paterna, ubicada en Carabelas, asumiendo el papel de confesor, hombre de fe y médico, desarrollando sus dotes sobrenaturales que trascendieron más allá de las fronteras del país.
Murió un 4 de diciembre de 1891, un mes antes del deceso predicho por él mismo dio por finalizada la misión que se había auto impuesto.                                                                                                       Varias esculturas lo recuerdan sobre una calle lateral del cementerio local, como así también una infinidad de placas y objetos dejados por quienes vieron cumplidos sus ruegos. Cada diciembre se reúnen cientos de seguidores y fieles que renuevan el mito de éste santo popular.
 Tras cuatro meses de ausencia en los caminos, producto del calor, la lluvia, el trabajo y enfermedades en la familia, la vuelta al mundo del descubrimiento fue un renacer, cuando los tonos grises oscuros se habían apoderado de los días como una telaraña que cada vez agobiaba más y más.
Para finalizar el capítulo Salto y en un hecho poco frecuente en mis notas acompaño tres imágenes del Hotel Claus, en honor a las personas que me brindaron afecto e información. Excelente atención, gastronomía y ambientación valen la pena ser mencionados.
Maldigo el no haber llevado el pato de hule y flotar abrazado a la muñeca inflable hubiera sido muy bizarro.