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sábado, 5 de abril de 2014

Tacuarí, Buenos Aires, Argentina

Y pasó el asado que me propinó una ajustada derrota, ya que por muy poquito no me terminé la parrilita completa, y pasaron cien camiones cerealeros llevando la cosecha recién levantada a las plantas de silos, lo bueno de ver pasar estos camiones es que la mayoría son viejas máquinas que se utilizan para estos cortos viajes por rutas provinciales, ya que son inimaginables circulando por las autopistas, Bedford, Dodge, Skoda, MAN, Pegaso, reliquias absolutamente incompatibles con cualquier otro vehículo actual, máquinas que merecen un poco de paciencia porque sus velocidades con viento a favor y en bajada no superan los 60 kilómetros, un placer verlos pasar, sí, un peligro en las rutas, también.
Mientras camino desde la parrilla hasta el hotel voy capturando imágenes de la estación del Lacroze, reconvertida en museo, detalles de fachadas, la plaza, sus monumentos, la iglesia y la costanera, imán que captura a media ciudad, sobre todo en esta calurosa tarde de sábado.
Un rato de hotel y pasadas las 17 vuelve Gustavo con buenas y malas noticias, nadie sabe sobre el naufragio que por casualidad encontré en la red (la mala) y me ofrece visitar Tacuarí, un ignoto paraje sobre la 32, solitario y sin información previa. (la buena).
La 32 vincula Rojas con Salto y Carmen de Areco, vía muy utilizada por estos camiones de museo que antes intenté retratar, tiene curvas, pequeñas subidas y bajadas que intuyo representarán cierto peligro cuando aparecen en escena estos dinosaurios vivos, sí Susy vivos...
Et avec vous la Tacuarí dame
De más está decir que yo né parlé francé, tan solo intento el castellano y algo de rosarigasino en dialecto Echesortu, por lo tanto si el traductor del Google los manda al demonio, no es mi entera culpa.
Bueno esta otra dama francesa también se halla en pésimo estado de conservación, directamente del lado de las vías es inaccesible ya que se encuentra usurpada por una numerosa familia de chanchos y chanchitos cercados por un boyero no apto para viajeros con menos cintura que una Siam con congelador.
Toda los miembros de la familia se acercaron para curiosear, los bebés eran definitivamente muy simpáticos, los grandes, bueno, ya los conocemos. Desgraciadamente no hablo Porciliano y ellos no comprenden el rosarino básico, así que no hubo posibilidad que entendieran que tan solo quería sacarle algunas fotos a su residencia de otoño.
Algo desanimado, encaro por entre el pastizal para arribar al frente del edificio, a pesar de haber casas y una planta de silos no hay rastros de seres humanos a la vista.
Solamente el ala derecha del edificio es recorrible, ya que a la izquierda la fronda tupida lo tapa por completo, de todas maneras su esplendor inicial se adivina en los detalles que aún resisten.
Tacuarí nunca se consolidó como pueblo, no tiene registro de cantidad de habitantes y figura como núcleo con población rural dispersa. Se ubica a 11 kilómetros de Salto, de los cuales 3 corresponden a un descuidado camino de tierra, tiene energía eléctrica, teléfono, un jardín de infantes, una escuela provincial y mil silencios.
La estación se erigió en 1908, en coincidencia con la habilitación del ramal al puerto de Rosario para el servicio de pasajeros, su nombre recuerda al combate librado el 9 de marzo de 1811 en las márgenes del río Tacuarí (Paraguay), entre el General Belgrano en notoria inferioridad numérica y el General Cabañas, triunfador de la contienda. Dicha batalla inmortalizó al pequeño Pedro Ríos, de doce años, aquel niño que se unió por voluntad propia al ejército de Belgrano a su paso por Yaguareté Corá (Corrientes), y que fuera destinado a la guía de un comandante de dicha formación con la vista muy deteriorada. El combate fue muy desigual, 250 hombres nuestros contra 2000 del Ejército Paraguayo, la lucha se extendió por unas siete horas, mientras el pequeño Pedro batía sus palillos contra el parche de su tambor, guiando a su comandante y alentando a los demás soldados de la Junta de Buenos Aires, hasta que dos balas de fusíl terminaron tempranamente con su prístina vida.
Si la estación de Tacuarí contagia cierta tristeza, la historia del pequeño héroe remata el cuadro.
Adiós belle dame, no sufrás más que ya se acercan las huestes de los Amigos del Belgrano que vendrán al rescate de tus vías y estructura, siempre y cuando la familia de Madame Le Porc se lo permita.

Es un grupo de argentinos
el que marcha a combatir;
es la Patria quien los mueve
y es Belgrano su adalid.
Con la bala y con la idea
traen de Mayo el boletín;
y las selvas paraguayas
van abriendo al porvenir,
mientras juega con sus chismes
el Tambor de Tacuarí.

Poema de Rafael Obligado.




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