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sábado, 26 de abril de 2014

La otra mirada, Roberto Cano, Buenos Aires, Argentina

Las frías palabras de escritorio marcarían que las posibilidades de encontrar atractivos en un pueblo de 23 habitantes son entre escasas y nulas, más teniendo en cuenta que el mismo se halla vinculado a la civilización occidental a través de un pequeño camino de mala tierra de 3.6 kilómetros de longitud que empeora hasta la catástrofe cuando llueve mucho, o que si nos guiamos por las estadísticas y censos oficiales, ha sufrido un decrecimiento poblacional del 60% en veinte años. Las frías palabras de escritorio me indican, sigue tu camino, sigue por la nacional 188, no apartes la mirada del horizonte inmediato, la civilización te llama, no gires tu rumbo y mucho menos si es hacia la izquierda.
Los primeros 100 metros hay que transitarlos por una vía que no se establece con seguridad que sea navegable, el amigo Marcelo insiste que cuanto más nos quedaremos empantanados, pero que siempre que uno se empantanó, salió, o lo sacaron.
Roberto Cano te recibe con un cartel que da la bienvenida, un enorme bosque de eucaliptos plantados en la década del 70 por los Ferrocarriles Argentinos como reservorio de madera para sus necesidades y una casa aislada en medio de la pampa ondulada, las indicaciones del cartel no indican nada, la casa aislada parece embrujada y el bosque incita a jugar, para ver si la estación está.
La estación perteneciente al FCCA, para su ramal Pergamino-Junín efectivamente está. Está dentro del bosque y está atravesada por el mismo, árboles dentro de los espacios es el único mobiliario que atesoran las otroras dependencias ferroviarias.
Probablemente se preguntarán donde está lo bello de un edificio derruido, abandonado y vandalizado inmerso en un bosque silencioso dentro de un apartado pueblo de 23 habitantes, bueno la respuesta no es para nada obvia, obvia sería la adulación de la belleza de Kate Upton o de un Mercedes Benz "ala de gaviota", coherente sería asociar belleza con el Palacio de Versalles, un traje de Armani o la "Creación del Hombre" por Miguel Ángel, los modos de reproducción cultural a través de sus propagadores mediáticos nos bombardean con estos estereotipos, invisibilizando e insensibilizándonos ante la "otra belleza".
La obvia belleza está al alcance de todos a través de todos los medios inimaginables, la otra requiere un esfuerzo, un pensamiento, un grado de sinceridad, una búsqueda interior, un punto, aunque sea "y seguido".
Es la tercer estación que encuentro en estas condiciones, Los Muchachos y Francisco Paz en Santa Fe y ahora Ricardo Cano, todas protegidas por la naturaleza que ha hecho de los edificios una sub especie más.
Cuesta adaptarse a la luz exterior, de todas maneras seguimos recorriendo el pueblo en busca de más imágenes, cerca nos encontramos con el club, a metros con una extraña ornamentación y más allá con el cubo embrujado.



Mensaje para la gente de turismo de la Municipalidad de Rojas, consideren mostrar Ricardo Cano, quizás no alcance la gente del pueblo para formar comisiones, organizar eventos, visitas o simplemente mostrar la producción local, pero todo lo que transmiten esas paredes invisibles no pueden ser patrimonio de tan solo 23 personas.
Abandonamos el pueblo en busca de la nacional 188, a pocos kilómetros dejaremos atrás Rojas para ingresar en Pergamino y visitar así la última locación del recorrido. No encuentro palabras que alguna vez no haya dicho para poder resumir la grata experiencia que ha resultado Rojas, quizás la ausencia de "grandes lugares" me haya obligado a mirar mas profundo y es ese el acto que permite visibilizar la belleza que nos oculta el relato impuesto por los formadores de sitios de ensueño.

La pequeña Siria, La Angelita, Buenos Aires, Argentina

Pasando Sol de Mayo, la 45 cambia de estado, pasa de un camino poco apto para mortales a una transición de tierra consolidada, para culminar en un buen pavimento, el cambio indica que ingresamos al Partido de General Arenales y que más precisamente llegamos a La Angelita.
A La Angelita, un pequeño enclave de no más de 300 habitantes, se la conoce como "La Pequeña Siria", y es el único pueblo de la Argentina donde el 70% de sus moradores son de orígen árabe musulmán.
Los primeros pobladores llegaron junto con las vías del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico. La estación se inauguró el 24 de noviembre de 1911 en tierras donadas por Doña María Unzué de Alvear, propietaria de todo el campo que uno pudiera llegar a divisar y mucho más...
Los primeros inmigrantes se asentaron en la zona alrededor de 1909, arrendando 5 hectáreas para el uso agrícola, dando el puntapié inicial para la llegada de cientos de personas en busca de la tan ansiada América, 29 días separaban a los viajeros desde sus montañas y desiertos hasta la verde pampa ondulada.
Las calles del pueblo son anchas, casas centenarias conviven con otras que ya han sufrido sustitución, vieja maquinaria agrícola duerme junto con monumentales prodigios de la ingeniería, pueblo de contrastes que marca el pulso de una comunidad basada en el trabajo y el respeto por sus tradiciones.
Tradiciones que se manifiestan en las cinco oraciones diarias que marca el Corán y que gran parte de sus habitantes cumplen y respetan, tradiciones que tienen que ver con alimentos que no se consumen y con otros que se preparan según antiguas recetas traídas por los abuelos, el idioma, el baile y ese culto a la amistad tan característico de sus originarios.
La Angelita posee todos los servicios básicos que necesita un pueblo para su funcionamiento, Delegación Municipal, Escuela, Jardín de infantes, sala médica, comercios surtidos y La Sociedad Árabe Islámica Alautita de Beneficencia, entidad cincuentenaria que congrega a la comunidad.
Quizás alguien pueda preguntarse por qué el relato va por un lado y las fotos por otro, bueno simplemente porque las fotos son el fiel reflejo de como el proceso de adaptación de nuestros abuelos los llevó a adquirir una impronta común marcada por la dinámica de la actividad agropecuaria o urbana, dejando para puertas adentro o para la conmemoración de alguna fecha cara al conjunto, los usos y costumbres que trajeron los ancestros y que hasta en día de hoy continúan vivos como manera de mantener viva la historia y la cultura de los pueblos originarios.
Me voy de La Angelita con la idea de esa Argentina grande y solidaria hecha a base de millones de inmigrantes que aceptaron las reglas de juego de la patria que los acogió, aceptaron los rigores del trabajo agrícola, los climas, las distancias, las ausencias, todos empujando hacia el mismo lado, basados en la idea de la prosperidad individual y colectiva, lejos, extremadamente lejos del mundo de diferencias e intolerancia que nos muestran a diario los mercenarios de siempre, aquellos que apuestan a la división, el odio y la muerte en beneficio exclusivo de sus fortunas personales.

miércoles, 23 de abril de 2014

Una historia mínima, Sol de Mayo, Buenos Aires, Argentina

La previa del domingo indicaba que en menos de cinco horas tendría que recorrer cuatro pueblos ubicados en tres partidos diferentes, a priori la lógica me decía que iba a quedar mucho sin ver, las cartas estaban dadas, a jugar pues.
Los dos primeros enclaves estaban vinculados por la mítica provincial 45, aquella que hoy debería contar con un buen asfalto y no lo posee por vaya uno a saber que extraños motivos.
Sol de mayo es un pueblo mínimo, con una población que no alcanza los 40 habitantes, posee una hermosa escuela recientemente reciclada, el casco de la estancia homónima y la estación, ocupada, pero excelentemente conservada, todo bajo el paraguas protector de una impresionante fronda.
Realmente quién ocupa el edificio estación lo preserva con particular cuidado, por lo menos hasta las vías, allí el césped luce prolijísimo, sin desperdicios a la vista, ahora más allá del andén afloran las ausencias y contradicciones.
Las fotos son elocuentes respecto a como el final del andén demarca el límite entre lo cuidado y el más allá.
Sol de Mayo es una historia mínima que se reduce a la estación, el casco de la estancia, la escuela y la planta de silos recostada sobre la 45, ahora entiendo cuando las referencias indican que se trata de un paraje rural no consolidado.
El viaje continúa, unos pocos kilómetros más y dejaremos atrás Rojas para ingresar en General Arenales en busca del pueblo visitado con asiduidad por un ex presidente, refugio, exilio voluntario, veremos, estoy a tan sólo siete kilómetros.