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domingo, 14 de septiembre de 2014

El río Salado y la Estación y Paraje Rural La Pinta, Buenos Aires, Argentina

La pasta casera, abundante como Dios manda fue el digno colofón del día anterior, la mañana del lunes feriado comienza con un buen desayuno en el Acuña y la infaltable charla con el dueño, historia viva de General Arenales, prosigue con las fotos hacia el otro lado de la plaza esta vez sin requisitoria policial y culmina ya nuevamente en el camino con la penúltima parada del recorrido, el Paraje Rural La Pinta, sobre las vías de la CGBA y su ramal Pergamino-Vedia.
El paraje rural con nombre de carabela de Colón, tiene su orígen con el establecimiento de la estación, el 1 de diciembre de 1910, el mismo nunca llegó a consolidarse como pueblo aunque contó con la escuela 8, en completo estado de abandono y destino de picota, el almacén de ramos generales de Don Felipe Severino y el club, fundado y refundado en tres ocasiones, la primera en 1926 como Club Atlético La Pinta, la segunda en 1935 con el nombre de Defensores Foot-Ball Club y la tercera y definitiva como La Pinta Foot-Ball Club allá por 1952.
La estación se encuentra ocupada y en buen estado de conservación, las ocupaciones son consensuadas con las autoridades ferroviarias buscando la manera de preservar las mismas a cambio de techo para quién lo necesite.
Una pasajera fue por informes sobre cuando pasa el próximo tren a Pergamino, es que tiene que hacer unos trámites y anda corta de tiempo y plata, le aconsejo que no lo haga, no sea cosa que el ramal tenga un súbito resurgimiento y ella termine convertida en uno de crudo con rusa, me agradece y vuelve con el resto de la prole que la aguardaba en la punta del andén, ocho, nueve, diez hijos, pavada de salario familiar pensé.
Las últimas corresponden al almacén y al camino que termina en una explotación agropecuaria, metros antes de alcanzar el Salado, a la izquierda una pequeña huella cruza la vía y conduce a la escuela 8, abandonadísima, tanto que decido no verla, ya tuve demasiados olvidos durante estos tres días y la meta es el puente sobre el río, los puentes nunca defraudan.
Llegamos hasta la tranquera, doblamos a la izquierda, luego a la derecha, dejamos el auto y subimos a la vía que juro estaba por debajo del monte y el posterior cañaveral, fueron unos doscientos metros encerrados en un desfiladero vegetal muy significativo, digno prólogo para un río y un puente que todavía no se adivinan.
Llegamos hasta el puente y el río y nos encontramos con los infaltables pescadores, su amabilidad y su mala fortuna, un infaltable a la hora de persuadir a la probable competencia.
La verdad, la verdad, el lugar da para mate y bizcochitos, una leve brisa, el susurrante sonido del agua, mezclado con el de las aves acuáticas y los colores de la naturaleza y la cultura representado por esa obra de ingeniería inglesa de ciento tres años de edad, un conjunto que invita al relax y la contemplación, pero como el tiempo pasa y la vuelta se hace cada vez más inminente desandamos camino rumbo al auto, la ruta 65, la ciudad de Arribeños y Teodelina donde me espera la combinación a Rosario.
Las tomas de Arribeños al ser todas ferroviarias irán a parar al blog de arqueología, cierro la historia con una perteneciente a un vagón abandonado en el cuadro de la estación del BAP y me despido hasta la próxima aventura, aventurita, ya concretada que transcurre en el Arroyo del Medio, límite natural entre Buenos Aires y Santa Fe.

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