La entrada anterior pretendió ser informativa, ésta tendrá un carácter mas vivencial, en verdad hacía mucho tiempo que quería enfrentarme al gigante herido, por fin pude hacerlo en una vacación de un día, aprovechando la mañana temprano y especialmente el atardecer y el ocaso ya que la laguna da al O, el sol pegaba impiadosamente, el salitre de la laguna ardía, pero nada importaba ante esa maravillosa visión, sí, sí comprendo que tal entusiasmo y excitación no sintonicen con la mayoría de la gente, pero las sintonías son infinitas, y cada uno vibra con una longitud de onda distinta en cuanto al espectro de cosas que nos emocionan y les aseguro que alguna energía especial dominaba la escena, sobre todo cuando por la noche me tocó apagar la luz y cerrar la puerta con llave, el irme último me ayudó a comunionar aún más con esa silueta que se fundía con la negritud, sóla, triste, muy cerquita de su previsible final de escombros en la playa.
Verdaderamente recorrí esos casi 2 kilómetros que separan al Hotel de la ruta 90 y el faraónico Casino, dándome vueltas constantemente como con ganas de no decirle nunca adiós.
Verdaderamente recorrí esos casi 2 kilómetros que separan al Hotel de la ruta 90 y el faraónico Casino, dándome vueltas constantemente como con ganas de no decirle nunca adiós.
Me emocionó tu descripción sentida y visceral de estas salobres ruinas que evocan un pasado glorioso en la endorreica Laguna de Melincue.. Gracias!
ResponderEliminarGracias por tus palabras, fue muy intenso el encuentro con esa silueta moribunda.
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