Nada ni nadie haría retroceder la tormenta, pero quién podía imaginar que se iba a abrir un huequito en ese techo compacto para que se filtraran 36 rayos de sol que iluminarían el escenario de la batalla final, fueron segundos nomás, luego el equivalente a 100 cataratas del Niágara cayeron sin piedad durante unos pocos pero interminables minutos, y así como llegó se fue, descargó su furia y se desvaneció, misterios de la naturaleza natural diríamos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario