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miércoles, 21 de mayo de 2014

Ortíz Basualdo, Buenos Aires, Argentina

A metros de abandonar el Partido de Rojas para ingresar en el de Pergamino, me quiero explayar en un tema del cual no referí línea alguna durante los relatos pasados. Rojas tiene una importantísima tradición en torno al teatro independiente, el cual es acompañado desde la gestión pública, ya que se ha creado un consejo municipal de teatro, que por ejemplo se encarga de conseguir financiación para las obras que se encaran. Recientemente se promulgó una ordenanza en donde se licitaron treinta hectáreas de banquina para ser sembradas y con ellas conseguir fondos, interesante por cierto, tanto que la media ha recibido elogiosas palabras de funcionarios provinciales y de gente autorizada en la materia como Lito Cruz, que cuando puede elogia al modelo autogestionario de Rojas, junto con la calidad del teatro producido.
Ahora sí, bienvenido Pergamino y comienzo de fin de viaje. Ortíz Basualdo es el último punto a tocar, según el censo 2010, su población es considerada como rural dispersa, posee un edificio estación perteneciente al ramal Pergamino-Junín intrusado y con un sugestivo cartel que indica "propiedad privada", no pasar, o al incauto morador le vendieron un buzón colorado, o estamos en presencia de alguien que vive en una realidad paralela, ya que como todos sabemos los predios ferroviarios le pertenecen al estado nacional.
Pude ingresar desde el terreno de una multinacional cerealera, con permiso y cierta desconfianza por parte del personal que me autorizó a pasar por el predio, desde allí pude comprobar que el edificio se halla en condiciones aceptables, cercado y con sendos perros guardianes como fieles centinelas, por suerte el enigmático propietario no alambró la vía y permite sin proceder a cobrar peaje la libre circulación de los trenes. Agradezco el permiso y sigo viaje hacia una vieja construcción que supo albergar una expendedora de combustibles, con un bello logo de la petrolera estatal.
Frente a la construcción abandonada luce muy bonita la capilla, con su blanco radiante, el vacío circundante y un árbol dispuesto a ser protagonista en todas las fotos.
Llegó el final, la aventura fue por demás de provechosa, con gente dispuesta a trabajar por la comunidad y con la comunidad dispuesta a trabajar para sí.
Dejaré de caminar la Pampa por algún tiempo buscando otras geografías y otras sensaciones, veremos que nos depara el camino.


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