Cualquier página de turismo marca como el gran atractivo de Saldungaray al Fuerte Pavón, sitio que surgió como parte de la línea de fortines que intentaban impedir el avance de los indios allá por el 1834, esta estrategia defensiva se enmarcó en la campaña al desierto pergeñada por Juan Manuel de Rosas. En 1863 se produce un motín dentro del recinto cuyas causas fueron la falta de pago de los salarios acordados, la escasez de comida y el rigor casi esclavista al que eran sometidas las tropas allí asentadas. El sitio fue declarado LHN (lugar histórico nacional) en 1890, y hoy se halla ubicado dentro del predio del camping municipal, sigo descubriendo fachadas centenarias que transpiran ese color piedra enmohecida, voy a la estación desierta pese a que está en hora el arribo del tren que viene de Constitución, paso por la plaza, intento ingresar a la iglesia Nuestra Señora del Tránsito, pero parece que el Señor tiene horario de comercio, desando pasos pero siento una voz detrás mío que me propone abrir el templo si tengo interés, acepto y maldigo el comentario sarcástico anterior, parece que mi agnosticismo tambalea a veces.
La curiosidad dentro del templo es que no hay Cristo en el altar, tan sólo una imagen de la Virgen María recostada en posición de reposo, imagen única en el mundo que fue traída desde Francia por don Saldungaray, curioso, y comienzan a resonar las palabras de la encargada de la Oficina de Turismo que no se cansa de repetir ante la fastidiosa pregunta, que hay para ver por aquí, "Aquí hay para ver lo que no se ve en otra parte", y muy lejos no está pienso, una Virgen única, los pasos de Rosas y Darwin, Salamone x 4, mucho para un pueblo de poco más de mil habitantes.
Hora de seguir viaje, las primeras horas de la tarde me tendrán que encontrar en Laprida, 200 km al norte, siguiendo las huellas del padre del art decó pampeano, hace calor y cinco mil kilómetros en ocho días empiezan a dejar huellas.
Surco la 76 y me viene a la mente la estrofa de un tema de Iorio en su último disco Trillando la Fina, "Donde la 76 pide a gritos macadam".
La curiosidad dentro del templo es que no hay Cristo en el altar, tan sólo una imagen de la Virgen María recostada en posición de reposo, imagen única en el mundo que fue traída desde Francia por don Saldungaray, curioso, y comienzan a resonar las palabras de la encargada de la Oficina de Turismo que no se cansa de repetir ante la fastidiosa pregunta, que hay para ver por aquí, "Aquí hay para ver lo que no se ve en otra parte", y muy lejos no está pienso, una Virgen única, los pasos de Rosas y Darwin, Salamone x 4, mucho para un pueblo de poco más de mil habitantes.
Hora de seguir viaje, las primeras horas de la tarde me tendrán que encontrar en Laprida, 200 km al norte, siguiendo las huellas del padre del art decó pampeano, hace calor y cinco mil kilómetros en ocho días empiezan a dejar huellas.
Surco la 76 y me viene a la mente la estrofa de un tema de Iorio en su último disco Trillando la Fina, "Donde la 76 pide a gritos macadam".
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