Llegar hasta la Mina Los Cóndores es fácil, está ubicada a 14 kilómetros de la ciudad de Conlara, 5 de ellos son de asfalto y los 9 restantes corresponden a un enripiado transitable. El horario de visita es de lunes a viernes de 9:00 a 17:00, luego se cierra la tranquera y ni entra ni sale nadie. El ingreso a la mina se hace exclusivamente con guía y equipamiento provisto en la oficina-museo, botas, bolsa protectora de medias, casco y linterna de mano, se recorren 400 metros por el nivel 0, en una guiada que dura no menos de 45' si el grupo es pequeño y no hay muchas preguntas, luego se pueden visitar todos los edificios habilitados y el río, esto es libre y no requiere de acompañamiento.
Vista aérea del conjunto. Todos los puntos ubicados sobre la traza del camino bien marcado en la parte superior de la foto son posibles de visitar, todos, hasta el río ubicado a la izquierda del conjunto. Las partes correspondientes a la mina se hacen bajo el régimen de guiada y las viviendas lineales ubicadas en la parte inferior de la toma no las visité, ni sé si es posible un recorrido en forma independiente.
La guiada nos conduce a interior mina solamente por el nivel 0, ya que todos los inferiores se encuentran completamente inundados, casi 400 metros de agua mantienen a la mina en pié. Durante el recorrido unos cinco centímetros de agua nos acompañan durante la caminata por sobre las vías del sistema interno de vagonetas.
Cada tanto aparecen túneles secundarios de prueba, hechos por los primitivos constructores, como así también depósitos de mineral dejados por los mineros que trabajaron la última etapa de la mina en condiciones de seguridad muy malas. En un momento el túnel cambia de dirección y ya no se observa la luz natural del ingreso quedando completamente a oscuras, ahí se apagan las linternas y se caminan unos metros simulando el sentir de las personas carentes de visión, también es el momento de conectarse con los mitos y supersticiones que habitan en Los Cóndores, mitos que hablan en boca de los propios mineros quienes aseguran haber sido víctimas de un súbito miedo, o del encuentro con el descabezado del nivel 200, o del caballo blanco que relucía sobre la tolva 37 o las luces, pequeñas luces que corresponderían a las almas divagantes de los obreros que nunca eran retirados de las galerías cuando morían trabajando para no engrosar el cementerio y así provocar desconfianza entre los nuevos postulantes al trabajo.
La vuelta se emprende cuando se llega al punto en donde se halla el ascensor, construído bajo la administración norteamericana de la mina. Éste recorre 60 metros hacia arriba y 310 hacia abajo. El recorrido total de la mina es de 16 kilómetros.
Una vez fuera del yacimiento nos dirigimos hacia el edificio en donde devolvemos los materiales prestados, para luego continuar con la recorrida por cuanta propia.
La mina fue descubierta en 1893 por el pirquinero Jorge Torres quién advirtió la presencia de unas piedras negras, brillantes y pesadas en la zona de la Quebrada Fea, dentro de la propiedad de Don Medardo Aguirre. En 1894 Aguirre se asocia con Pedro Regalado y ambos denunciaron el yacimiento ante la Dirección de Minería de la Provincia como mina de magnesio, que luego resultó ser wolfram (schelita y tungsteno), material estratégico que aliado con el acero le proporcionaba mayor dureza y resistencia a altas temperaturas.
En 1898 la concesión de 18 hectáreas dadas a los señores Aguirre y Regalado, fue vendida a la Casa Herwig de Rosario, quién formó la primera compañía Hansa Sociedad de Minas SA, empresa controlada por la alemana Krupp, dándole el nombre de Mina Los Cóndores.
En 1908 la mina convertida en el yacimiento más importante de Sudamérica alcanzó una producción de 300 toneladas anuales, en ese momento contaba con 8 administrativos, 200 operarios internos y 100 externos que cobraban sus salarios por medio de fichas acuñadas en cobre. Con motivo de la primera guerra mundial (1914-1918) y tratándose de un material indispensable para la industria bélica la producción de Ácido de Tungsteno, principal subproducto del wolfram se incrementa hasta alcanzar las 700 toneladas anuales.
En un primer momento el material extraído era transportado en carros hasta La Toma, donde ya había arribado el estatal FCA, y desde allí por tren hasta el puerto de Rosario para embarcar hacia Hamburgo. Luego con la extensión del trazado ferroviario hasta Villa Dolores, directamente se cargaba en estación Concarán y desde allí se transportaba a la Provincia de Santa Fe.
La planta de tratamiento se fue perfeccionando con una poderosa usina que generaba energía eléctrica y el campamento minero llegó a contar con 400 trabajadores que perforaban galerías de hasta 800 metros de largo con un pique vertical de hasta 200 metros de profundidad.
El fin de la primera guerra y la derrota de Alemania paralizan las obras y cuando Hansa se retira, el nivel inferior era de 110 metros, con mineral disponible entre los niveles 54 y 110.
El recorrido fotográfico se inicia en al zona de la curva del camino bien marcado, rumbo al río ubicado a la izquierda de la toma, para luego retomar y proseguir por la larga recta hasta el edificio más alejado, arriba a la derecha que resulta ser al escuela 288, ubicada a escasos metros de la tranquera que da inicio al complejo.
Desgraciadamente sacando al hotel, la posta sanitaria y la escuela, todos los otros edificios no tienen una referencia de uso, sería muy práctico un sistema de cartelería para ir contando la historia y el uso de cada instalación.
Pasado el efecto de la primer guerra el tungsteno comenzó a perder valor y demanda, ese hecho sumado a presiones políticas internacionales generaron que los alemanes abandonaran el emprendimiento minero.
En el año 1932 el material comienza un proceso de revalorización y el empresario norteamericano Thomas J. Williams compra la mina en una subasta pública realizada por el gobierno de la provincia. Desgraciadamente el estado de la misma era deplorable ya que se encontraba inundada, destruída y en algunos casos intrusada, por lo que resultó muy onerosa la puesta en funcionamiento de la misma como así también la reconstrucción de más de cien edificios. En mayo de 1933 se conforma la Corporación Minera Argentina, en 1934 se constituye la Compañía Puntana de Minería SA.
En 1939 la segunda guerra mundial elevó nuevamente el precio del tungsteno y la Mina Los Cóndores fue nuevamente protagonista de la euforia minera, hasta el fin del conflicto bélico ocurrido en 1945, allí el descenso de la actividad hizo creer que se estaba ante el inexorable final de la historia grande del yacimiento.
En este punto del recorrido me encontré con Julio César Weremeychik, hijo de un inmigrante ruso que vino a trabajar en las minas durante el período alemán de la misma, ahora es propietario de las tierras al otro lado del río y tiene a la mina como el patio trasero de su casa con vista al infinito.
En octubre de 1947 el mercado tuvo un leve repunte y se volvió a operar en la mina, esta vez en reducida escala de explotación. Ese nivel de actividad siguió hasta octubre de 1949 donde se vuelven a paralizar nuevamente las operaciones, dicha paralización prosiguió con una suspensión de todo el personal por un lapso de 90 días, pasados los tres meses se produce un amenazador levantamiento de los trabajadores encabezados por Ángel Massi, la patronal contraataca con el despido masivo con pago de indemnización simple, alegando problemas de fuerza mayor, rechazando el pedido de doble indemnización pedido por los trabajadores. La diferencia llegó hasta el despacho del gobernador Doctor Zavala Ortíz quién laudó en favor de los obreros.
En 1950 se desata la guerra de Corea y ésta impulsa la mina hacia su época de máximo esplendor productivo y tecnológico. La antigua planta fue reemplazada por otra de última generación traída desde Estados Unidos, que garantizaba la recuperación del 95% del material tratado. En ese momento se construye la torre de ascensores de 400 metros de longitud que permitía extraer el material y acercar a los trabajadores hasta los niveles productivos. Se construyó un nuevo campamento que permitió albergar más de 3000 trabajadores, como así también equipamiento extra como el hotel, cancha de tenis, cine, pileta de natación y club deportivo. Se trabajaban tres turnos de ocho horas con un único descanso de 30' para comer. Finalizado el conflicto la mina se cierra nuevamente.
En el año 1965 la mina es vendida a la compañía mendocina Casale, quién la desmanteló vendiendo todas las máquinas, posteriormente el yacimiento es comprado por otra empresa argentina que la explota de una manera muy rudimentaria ya que al perder los equipos de bombeo rápidamente se inundan los subsuelos y queda poco terreno para la explotación, así se pasa de 1200 mineros trabajando a 46, quienes venden toda la producción a la empresa Somisa.
En 1985 se produce el cierre definitivo del yacimiento ya que los costos de explotación hacían conveniente la importación del mineral para la gran acería nacional desde Corea del Sur. A partir de ese momento tan solo queda librada al pirquineo, pero la búsqueda se refiere principalmente a oro, hallado en cantidades mínimas. En 1996 el gobierno provincial concreta el emprendimiento turístico.
Como podrán observar hasta aquí la destrucción es total, ya sea en interior mina como en lo que respecta a los edificios. Son casi las 13:00 y emprendo el camino de regreso, debo llegar al punto del colegio antes de las 15:00, hora en que me pasan a buscar desde Concarán.
Vista aérea del conjunto. Todos los puntos ubicados sobre la traza del camino bien marcado en la parte superior de la foto son posibles de visitar, todos, hasta el río ubicado a la izquierda del conjunto. Las partes correspondientes a la mina se hacen bajo el régimen de guiada y las viviendas lineales ubicadas en la parte inferior de la toma no las visité, ni sé si es posible un recorrido en forma independiente.
La guiada nos conduce a interior mina solamente por el nivel 0, ya que todos los inferiores se encuentran completamente inundados, casi 400 metros de agua mantienen a la mina en pié. Durante el recorrido unos cinco centímetros de agua nos acompañan durante la caminata por sobre las vías del sistema interno de vagonetas.
Cada tanto aparecen túneles secundarios de prueba, hechos por los primitivos constructores, como así también depósitos de mineral dejados por los mineros que trabajaron la última etapa de la mina en condiciones de seguridad muy malas. En un momento el túnel cambia de dirección y ya no se observa la luz natural del ingreso quedando completamente a oscuras, ahí se apagan las linternas y se caminan unos metros simulando el sentir de las personas carentes de visión, también es el momento de conectarse con los mitos y supersticiones que habitan en Los Cóndores, mitos que hablan en boca de los propios mineros quienes aseguran haber sido víctimas de un súbito miedo, o del encuentro con el descabezado del nivel 200, o del caballo blanco que relucía sobre la tolva 37 o las luces, pequeñas luces que corresponderían a las almas divagantes de los obreros que nunca eran retirados de las galerías cuando morían trabajando para no engrosar el cementerio y así provocar desconfianza entre los nuevos postulantes al trabajo.
La vuelta se emprende cuando se llega al punto en donde se halla el ascensor, construído bajo la administración norteamericana de la mina. Éste recorre 60 metros hacia arriba y 310 hacia abajo. El recorrido total de la mina es de 16 kilómetros.
Una vez fuera del yacimiento nos dirigimos hacia el edificio en donde devolvemos los materiales prestados, para luego continuar con la recorrida por cuanta propia.
La mina fue descubierta en 1893 por el pirquinero Jorge Torres quién advirtió la presencia de unas piedras negras, brillantes y pesadas en la zona de la Quebrada Fea, dentro de la propiedad de Don Medardo Aguirre. En 1894 Aguirre se asocia con Pedro Regalado y ambos denunciaron el yacimiento ante la Dirección de Minería de la Provincia como mina de magnesio, que luego resultó ser wolfram (schelita y tungsteno), material estratégico que aliado con el acero le proporcionaba mayor dureza y resistencia a altas temperaturas.
En 1898 la concesión de 18 hectáreas dadas a los señores Aguirre y Regalado, fue vendida a la Casa Herwig de Rosario, quién formó la primera compañía Hansa Sociedad de Minas SA, empresa controlada por la alemana Krupp, dándole el nombre de Mina Los Cóndores.
En 1908 la mina convertida en el yacimiento más importante de Sudamérica alcanzó una producción de 300 toneladas anuales, en ese momento contaba con 8 administrativos, 200 operarios internos y 100 externos que cobraban sus salarios por medio de fichas acuñadas en cobre. Con motivo de la primera guerra mundial (1914-1918) y tratándose de un material indispensable para la industria bélica la producción de Ácido de Tungsteno, principal subproducto del wolfram se incrementa hasta alcanzar las 700 toneladas anuales.
En un primer momento el material extraído era transportado en carros hasta La Toma, donde ya había arribado el estatal FCA, y desde allí por tren hasta el puerto de Rosario para embarcar hacia Hamburgo. Luego con la extensión del trazado ferroviario hasta Villa Dolores, directamente se cargaba en estación Concarán y desde allí se transportaba a la Provincia de Santa Fe.
La planta de tratamiento se fue perfeccionando con una poderosa usina que generaba energía eléctrica y el campamento minero llegó a contar con 400 trabajadores que perforaban galerías de hasta 800 metros de largo con un pique vertical de hasta 200 metros de profundidad.
El fin de la primera guerra y la derrota de Alemania paralizan las obras y cuando Hansa se retira, el nivel inferior era de 110 metros, con mineral disponible entre los niveles 54 y 110.
El recorrido fotográfico se inicia en al zona de la curva del camino bien marcado, rumbo al río ubicado a la izquierda de la toma, para luego retomar y proseguir por la larga recta hasta el edificio más alejado, arriba a la derecha que resulta ser al escuela 288, ubicada a escasos metros de la tranquera que da inicio al complejo.
Pasado el efecto de la primer guerra el tungsteno comenzó a perder valor y demanda, ese hecho sumado a presiones políticas internacionales generaron que los alemanes abandonaran el emprendimiento minero.
En el año 1932 el material comienza un proceso de revalorización y el empresario norteamericano Thomas J. Williams compra la mina en una subasta pública realizada por el gobierno de la provincia. Desgraciadamente el estado de la misma era deplorable ya que se encontraba inundada, destruída y en algunos casos intrusada, por lo que resultó muy onerosa la puesta en funcionamiento de la misma como así también la reconstrucción de más de cien edificios. En mayo de 1933 se conforma la Corporación Minera Argentina, en 1934 se constituye la Compañía Puntana de Minería SA.
En 1939 la segunda guerra mundial elevó nuevamente el precio del tungsteno y la Mina Los Cóndores fue nuevamente protagonista de la euforia minera, hasta el fin del conflicto bélico ocurrido en 1945, allí el descenso de la actividad hizo creer que se estaba ante el inexorable final de la historia grande del yacimiento.
En este punto del recorrido me encontré con Julio César Weremeychik, hijo de un inmigrante ruso que vino a trabajar en las minas durante el período alemán de la misma, ahora es propietario de las tierras al otro lado del río y tiene a la mina como el patio trasero de su casa con vista al infinito.
En octubre de 1947 el mercado tuvo un leve repunte y se volvió a operar en la mina, esta vez en reducida escala de explotación. Ese nivel de actividad siguió hasta octubre de 1949 donde se vuelven a paralizar nuevamente las operaciones, dicha paralización prosiguió con una suspensión de todo el personal por un lapso de 90 días, pasados los tres meses se produce un amenazador levantamiento de los trabajadores encabezados por Ángel Massi, la patronal contraataca con el despido masivo con pago de indemnización simple, alegando problemas de fuerza mayor, rechazando el pedido de doble indemnización pedido por los trabajadores. La diferencia llegó hasta el despacho del gobernador Doctor Zavala Ortíz quién laudó en favor de los obreros.
En 1950 se desata la guerra de Corea y ésta impulsa la mina hacia su época de máximo esplendor productivo y tecnológico. La antigua planta fue reemplazada por otra de última generación traída desde Estados Unidos, que garantizaba la recuperación del 95% del material tratado. En ese momento se construye la torre de ascensores de 400 metros de longitud que permitía extraer el material y acercar a los trabajadores hasta los niveles productivos. Se construyó un nuevo campamento que permitió albergar más de 3000 trabajadores, como así también equipamiento extra como el hotel, cancha de tenis, cine, pileta de natación y club deportivo. Se trabajaban tres turnos de ocho horas con un único descanso de 30' para comer. Finalizado el conflicto la mina se cierra nuevamente.
En el año 1965 la mina es vendida a la compañía mendocina Casale, quién la desmanteló vendiendo todas las máquinas, posteriormente el yacimiento es comprado por otra empresa argentina que la explota de una manera muy rudimentaria ya que al perder los equipos de bombeo rápidamente se inundan los subsuelos y queda poco terreno para la explotación, así se pasa de 1200 mineros trabajando a 46, quienes venden toda la producción a la empresa Somisa.
En 1985 se produce el cierre definitivo del yacimiento ya que los costos de explotación hacían conveniente la importación del mineral para la gran acería nacional desde Corea del Sur. A partir de ese momento tan solo queda librada al pirquineo, pero la búsqueda se refiere principalmente a oro, hallado en cantidades mínimas. En 1996 el gobierno provincial concreta el emprendimiento turístico.
Como podrán observar hasta aquí la destrucción es total, ya sea en interior mina como en lo que respecta a los edificios. Son casi las 13:00 y emprendo el camino de regreso, debo llegar al punto del colegio antes de las 15:00, hora en que me pasan a buscar desde Concarán.
La Puerta del Sol, versión Los Cóndores
La naturaleza gana alguna pequeña batalla ante tanta muerte y destrucción
El Hotel para visitantes
La torta principal
En la mitad del recorrido aparece este edificio muy similar a los vistos en USA, durante la fiebre del oro
El Kiosco
Éstas parecen ser dos residencias con buen equipamiento, nada indica que actividad se realizaba aquí dentro. Faltaría folletería, algo que fuera indicando con un número que sucedía en cada edificio, o cartelería exterior o interior, tampoco hay sitio para proveerse de algo de líquido, necesario debido al calor que reina en ese páramo desolado.
La torre del ascensor, nótese que dentro de la mina el recorrido guiado culmina frente a la misma torre.
Una muy profunda raja se abre delante de la misma haciendo imposible cruzar por ese sector para alcanzar la estructura. El recorrido culmina en la escuela 288, fundada en 1940 con asistencia en ese momento del entonces gobernador provincial Don Toribio Mendoza.
Hasta aquí llega la aventura llamada Mina Los Cóndores, en todo el territorio puntano hay decenas de estos emprendimientos, no de la magnitud del presente, sí abandonos producto de los cambios de paradigma que tanta destrucción han sembrado por estas tierras.
Vuelvo a Santa Rosa de Conlara, el resto de la tarde será empleado para recorrer la villa, por la noche una rica pasta será la encargada de brindar la energía necesaria para emprender el día 4, día de tránsito y final abierto, muy abierto.
Fantástico recorrido!
ResponderEliminarGracias Laura, nuestro País siempre nos guarda sorpresas, vayas al sitio donde vayas, a esos lugares por ejemplo que parecieran no tener atractivo alguno, siempre hay alguien que te indica algún secreto, algún destino desconocido que te descoloca, y en esta aventura el hecho sucedió en más de una oportunidad, de ahí que el conjunto cobra un vuelo mayor, por la suma de sitios bellos e invisibles que contiene.
ResponderEliminarGracias por seguir la historia, ayuda para seguir en el camino.
Muy buen relato y fotos, ando seguido por ahi, me gusta la aventura. Felicitaciones!
ResponderEliminarDespués de ver las fotos y leer tu experiencia , acabo de decir que vamos a ir. Muchísimas gracias!!
ResponderEliminarEn febrero fuimos, es increíble la historia del lugar. Lo que se siente estar ahí, llevar el pensamiento en la historia. Vale la pena conocerlo.
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