Llegar hasta Altautina implica transitar una veintena de kilómetros por un estrecho y meandroso camino que alguna vez, a finales del siglo XIX fue abierto por el Cura Brochero para el tránsito de la madera necesaria para los techos de sus obras. El tramo en cuestión delineado por él en 1870 partía desde Pocho, pasaba por Altautina y terminaba a las afueras de Villa San Pedro, así este camino de herradura pasó a engrosar el sistema de vías de comunicación diseñadas e impulsadas por el Cura entre Soto, la Villa del Tránsito y Villa Dolores.
Un domingo por la tarde el movimiento que presenta el minúsculo caserío es algo totalmente fuera de lo común, ya que su pulpería recibe a varias decenas de personas que bajo el frescor del cuatricentenario algarrobo blanco pasan una jornada distendida jugando a las cartas, tomando fernet, escuchando música y fútbol, anécdotas, chismes y cuentos mediantes.
El famoso algarrobo blanco del Potrero de Altautina es aquel que ni cuatro hombres que sumen sus brazos pueden llegara a abrazar y les aseguro que aquella referencia popular adquiere rigor matemático cuando uno intenta la acción y comprueba que todavía ni llega a cubrir el 25 % de toda la superficie del tronco.
Para la época del Cura Brochero toda la zona estaba cubierta de un espeso monte nativo atiborrado de algarrobos y quebrachos, pero por favor la deforestación que hoy nos devuelve el transitar por los centenarios caminos no se la endilguemos al cura, fue en gran parte obra de un siniestro personaje que vivió en Dolores y que con el tiempo haciendo negocios con la madera entre otras cosas llegó a convertirse en uno de los terratenientes más acaudalados del país, me refiero a Juan Manubens Calvet, político, empresario que hizo grandísimos negocios con el estado talando gran parte del bosque nativo sin control alguno. De su accionar y la fortuna de la herencia judicializada estimada en 400 millones de dólares hablaré el día que llegue a Pinas, su estancia en la zona de los túneles de Chancaní.
Mientras Alejandro y su amigo se encontraban con conocidos, son todos de Dolores me dice, todos los fines de semana se escapan y se vienen a cargar la batería para poder sobrellevar la semana laboral, acá no los jode nadie, sentencia con un rigor sociológico imposible de refutar, yo me dedico a contemplar la capilla, construída y no podía ser de otra manera por el Cura Brochero en 1880 y ampliada por él mismo en 1896.
Mientras contemplaba la belleza que encierran esas cuatro líneas que componen la capilla terminé por cerrar la idea sobre como quería concluir el primer día del viaje, teniendo en vista todo lo bueno transcurrido hasta ese momento, así que volví hacia la pulpería, rechacé la oferta de fernet, saludé a todos los que pude y le corté el relax al amigo Alejandro. Así a las cinco y media de la tarde regresamos para Dolores con la mirada puesta en el reloj ya que debía encontrar como hacer para ir al próximo sitio y estar en él a la hora señalada.
Un domingo por la tarde el movimiento que presenta el minúsculo caserío es algo totalmente fuera de lo común, ya que su pulpería recibe a varias decenas de personas que bajo el frescor del cuatricentenario algarrobo blanco pasan una jornada distendida jugando a las cartas, tomando fernet, escuchando música y fútbol, anécdotas, chismes y cuentos mediantes.
El famoso algarrobo blanco del Potrero de Altautina es aquel que ni cuatro hombres que sumen sus brazos pueden llegara a abrazar y les aseguro que aquella referencia popular adquiere rigor matemático cuando uno intenta la acción y comprueba que todavía ni llega a cubrir el 25 % de toda la superficie del tronco.
Para la época del Cura Brochero toda la zona estaba cubierta de un espeso monte nativo atiborrado de algarrobos y quebrachos, pero por favor la deforestación que hoy nos devuelve el transitar por los centenarios caminos no se la endilguemos al cura, fue en gran parte obra de un siniestro personaje que vivió en Dolores y que con el tiempo haciendo negocios con la madera entre otras cosas llegó a convertirse en uno de los terratenientes más acaudalados del país, me refiero a Juan Manubens Calvet, político, empresario que hizo grandísimos negocios con el estado talando gran parte del bosque nativo sin control alguno. De su accionar y la fortuna de la herencia judicializada estimada en 400 millones de dólares hablaré el día que llegue a Pinas, su estancia en la zona de los túneles de Chancaní.
Mientras Alejandro y su amigo se encontraban con conocidos, son todos de Dolores me dice, todos los fines de semana se escapan y se vienen a cargar la batería para poder sobrellevar la semana laboral, acá no los jode nadie, sentencia con un rigor sociológico imposible de refutar, yo me dedico a contemplar la capilla, construída y no podía ser de otra manera por el Cura Brochero en 1880 y ampliada por él mismo en 1896.
Que grande yo soy de Apellido Brochero y me siento muy bien con gente como ud saludos
ResponderEliminarQue grande yo soy de Apellido Brochero y me siento muy bien con gente como ud saludos
ResponderEliminarQue tranquilidad y paz transmiten esos paisajes.
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