Lo bueno y lo malo de estos días de enlace es que conoces con seguridad como y donde empieza, pero el final es totalmente incierto, incierto en el como y más aún en el donde, la historia del cuarto día comenzó con el desayuno en Santa Rosa de Conlara, una corta caminata tratando de capturar todas la imágenes, sonidos y aromas posibles del espacio que me separa de la terminal, y desde allí un corto viaje hasta Tilisarao para terminar en el Dique San Felipe, primera parada oficial del día con final incierto.
El Dique se ubica a 11 kilómetros del histórico pueblo de Renca, en el corazón del valle de Concarán.
Fue construído entre los años 1938 y 1941, su espejo de agua abarca una superficie de 128 hectáreas, embalsando las aguas del río Conlara, aquél que llega de a gotas a los pueblos del sediento sur cordobés..
El espejo es muy codiciado por los pescadores de pejerrey, contando con zona de camping e instalaciones. La superficie beneficiada por su riego abarca las 13000 hectáreas.
Una dicha poder recorrer toda la superficie del dique, su paredón, el vertedero, en total soledad, acompañado nada más por el canto matutino de las aves, una brisa leve, prólogo de una tormenta que nunca llegó a tal y los distintos sonidos del agua, protagonista principal del planeta San Felipe.
Contemplando toda la potencia de ese chorro de agua que pronto gana la paz en el canal que se contornea entre un paraíso verde, no puedo dejar de pensar sobre el uso responsable de tan indispensable elemento y la muerte en vida que significa carecer de él. Pienso en esos niños del Conlara cordobés que van caminando y súbitamente se desmayan, y en el dictamen médico que indica que la clave está en la mala calidad del agua, agua del final del Conlara, agua que ahora se muestra tan vigorosa y abundante y que al final de su viaje, cuando no se queda por el camino, pierde sus cualidades de vida.
Sigo camino hacia el pequeño pueblo colonial de Renca, guardo de él algunas imágenes muy significativas, pero sigo fiel al principio básico, bajar el nivel de espectativas, así los nuevos sitios casi nunca defraudan.
El Dique se ubica a 11 kilómetros del histórico pueblo de Renca, en el corazón del valle de Concarán.
Fue construído entre los años 1938 y 1941, su espejo de agua abarca una superficie de 128 hectáreas, embalsando las aguas del río Conlara, aquél que llega de a gotas a los pueblos del sediento sur cordobés..
El espejo es muy codiciado por los pescadores de pejerrey, contando con zona de camping e instalaciones. La superficie beneficiada por su riego abarca las 13000 hectáreas.
Contemplando toda la potencia de ese chorro de agua que pronto gana la paz en el canal que se contornea entre un paraíso verde, no puedo dejar de pensar sobre el uso responsable de tan indispensable elemento y la muerte en vida que significa carecer de él. Pienso en esos niños del Conlara cordobés que van caminando y súbitamente se desmayan, y en el dictamen médico que indica que la clave está en la mala calidad del agua, agua del final del Conlara, agua que ahora se muestra tan vigorosa y abundante y que al final de su viaje, cuando no se queda por el camino, pierde sus cualidades de vida.
Cuando me preguntan qué rincones de la Argentina me sorprendieron, algunos parajes de San Luis están entre ellos. La gran mayoría de las personas, conoce los sitios turísticos de esta provincia, pero si metés en sus caminitos más inhóspitos, te encontrás con una provincia amorosamente verde, con riachos y sauces, como la de tus últimas fotos de este post. La parte menos urbana de San Luis, es encantadora...tan autóctona,con casitas coloniales y unos "puntanos" tan amables que invitan a volver. Gracias por mostrarla. Otro abrazo...y van....
ResponderEliminarSí San Luis, guarda todavía esa virginidad que Córdoba tiene casi perdida y si a eso le sumas lo variado de su geografía que conjuga, sierra, pampa y desierto te resulta un lugar con características únicas. Bien valen un par de nuevas visitas.
ResponderEliminarGracias por estar siempre presente.
Otro abrazo y van...muchos.