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jueves, 21 de mayo de 2015

La gran batalla final, Boca de la Sierra, Buenos Aires, Argentina

Muchas gracias a los que participaron en el juego telefónico, pero desgraciadamente perdieron todos.
Pero por qué, porque las tres opciones fueron correctas, paso a explicar. Cuando ya convertido en zombi me disponía a realizar todo tipo de tropelías entre y contra los presentes, llegué a la conclusión que la terminal estaba totalmente vacía o casi, en todo el edificio se encontraban el encargado del bar, solo y aburrido mirando por Volver una película de Los Superagentes, dos perros flacuchos y un viejito, muy viejito que en marzo de 1995 había comprado un pasaje entre Olavarría y Berazategui, con transbordo en Azul, minutos antes de la partida de su servicio la empresa quebró y el ómnibus nunca apareció, desde ese entones Don Palemón, todavía espera la llegada de su conexión aduciendo que el había comprado un pasaje por la Río de la Plata, y que viajaría solo por ella por una cuestión del seguro aclara, que sabía que a veces los micros se demoran, pero que en realidad no tiene apuro, algún día llegaré me dijo.
La sabiduría adquirida tras tantos años de resignada paciencia hizo que ni se asustara por mi aspecto, tan solo me aconsejó que me relajara un poco, que parecía algo cansado.

Su historia me provocó un click, así que fui al baño, me cambié y me crucé al Hotel Cervantes que se encuentra justo frente a la terminal. Para las 4:00, cuando se cumplieron las 46 horas sin dormir ya estaba en la cama mirando la reiteración del programa de Mariano Grondona, pero gracias a la dinámica del mismo pude dormirme enseguida, lamentablemente la historia no termina ahí, por alguna razón del destino olvidé de quitar la alarma del celular que inevitablemente me despierta a las 5:00.
Insomne nuevamente volví a prender la tele, me bañé y bajé a desayunar pasaditas las 7:00, por suerte pegado al hotel hay una remisería así que me dirigí hasta ella con el fin de encarar el viaje a la Boca.

-Hola, te explico, quisiera ir a Boca de las Sierra, y luego desde ahí a Chillar, ando sacando unas fotos así que me puedo demorar un poco, me tienen que tener algo de paciencia.
-Sí no hay problema, pero tiene botas de goma, o alguna protección.
-Perdón, lo decís por la lluvia que cayó.
-No, por las víboras, Boca de las Sierra está llena de víboras malas.
-Me estás jodiendo.
-No es en serio, la gente que trabaja en los campos anda con botas altas, hay mucha yarará y cascabel
-Fin de la cita.

Para las 8:00 salimos rumbo a la Boca, a esa altura del viaje seguía creyendo que las palabras de la despachante eran una broma. Tomamos la Nacional 3, la 226 y luego desviamos por la ignota Provincial 80, pasamos por la fábrica militar y de repente el paisaje cambió abruptamente, se hizo muy verde y las primeras estribaciones aparecieron el el horizonte. En minutos estábamos frente al solitario parador, con la sierra por delante y el grupo escultórico de Regazzoni que se interponía entre ella y nosotros.


El cartel de bienvenida no daba lugar para la duda, en el lugar vivían víboras malas, pero a nuestro favor jugaba el frío, con él las innombrables no aparecen y además el césped muy bajo en todo el ámbito del grupo escultórico hacía imposible que uno no pudiera observar algo extraño reptando por el piso.


"El Malón", representa la lucha de los Pampas contra el ejército, una obra contradictoria creado por un artista contradictorio y que tiene como protagonista principal a un personaje histórico también contradictorio.
Desde la fundación del Fuerte Federación en 1832, la zona de Azul fue lugar de contacto entre las huestes al mando del Cacique Juan Catriel y los cristianos allí establecidos. La obra del artista está inspirada en la gran invasión de 1875, durante la cual la ciudad de Azul fue asediada y sitiada por los originarios al mando de Juan José Catriel y Namuncurá.
Juan Catriel fue un Cacique de la región pampeana, mantuvo una particular relación de respeto y amistad con el blanco establecido, tanto es así que tuvo importantes colaboraciones con militares de la talla del genocida Federico Rauch, para evitar, según nos cuenta la "historia oficial" el avance de los malones de araucanos chilenos.
En 1833 colaboró con Juan Manuel de Rosas en la primera campaña al desierto, siendo una aliado de éste hasta su caída en 1852. Murió en el campo de batalla, combatiendo un malón originario junto al militar Álvaro Barros. Su lugar en la dinastía fue ocupado por uno de sus tres hijos, Cipriano.
Prosiguiendo con la manera de pensar y actuar de su padre, Cipriano colaboró ofreciendo sus guerreros a los mandos militares, firmando un tratado de paz con el Coronel Elías intentando poner fin a una serie de ataques llevados a cabo por los originarios como represalia a terribles vejaciones sufridas a mano de los militares argentinos, por su parte Elías le había propinado a los Pampas injustificadas, terroríficas y sangrientas matanzas, hecho que desembocó en la sublevación de parte de la tribu de Catriel en contra de su actitud demasiado conciliadora. Posteriormente Cipriano Catriel inducido por Mitre entró en un juego de rencillas políticas en contra de Avellaneda, quién al salir ganador, detiene al ingenuo Pampa y desarma a su tropa, quedando a merced de su otro hermano Juan José quién aprovecha la ocasión para hacer lanzar a Cipriano provocándole la muerte por traidor a su gente.


Juan José Catriel, hijo de José y hermano de Cipriano y Marcelino tuvo actuación entre los años 1865 y 1878. Su actitud fue muy diferente a la de sus antecesores ya que no quiso trato con el blanco opresor, durante su mandato se produjo la gran invasión de 1875, la última gran acción de los originarios contra el poder ya establecido En ella los catrileros se unieron a las tropas de Pincén y Namuncurá, heredero del Atila de las Pampas, el bravo Calfucurá, atacando Alvear, Tapalqué, Azul y Tandil. Las cifras de víctimas de ambos bandos fueron terribles, sobre todo en el bando del ejército que comenzó perdiendo la confrontación hasta que el 1 de enero de 1876, en el combate de Laguna La Tigra, Juan José Catriel y Namuncurá son vencidos por un ejército que ya no contaba con gauchos y desertores entre sus filas si no con soldados profesionales y armamento importado desde las naciones que abrían su juego pensando en el rédito económico que resultaría una pampa húmeda libre de la lacra hereje y apátrida.
Tras la pérdida, todas las Naciones originarias sufrieron un terrible hostigamiento, siendo expulsadas fuera de los límites de la zanja de Alsina, es decir al mismísimo y verdadero desierto, lejos de los centros poblados que solían ser objetivos a intervenir. Roca, el jóven maravilla mimado por los terratenientes e inversores extranjeros, el fusíl Remington y el telégrafo habían por fin ganado la gran batalla.






Ahora en cuanto a la estética de la obra y al artista también surgen polémicas, con la gente que tuve oportunidad de hablar sobre el grupo escultórico, ninguno estaba de acuerdo ni con la elección de la materialidad ni con la elección del hacedor de la misma. En cuanto a la elección estética solo diré que me parece genial, ahora en cuanto a Regazzoni, también diré que es un maestro con la boca muy floja y ciertas actitudes de divo que perturban a la gente del lugar, bueno, tendrán que saber quienes lo contratan que él actúa de esa manera y más con un micrófono a su disposición. Salvado ese inconveniente menor?, mayor?, la resultante plástica es realmente conmovedora, como se puede expresar tanto con esas piezas sucias, descarnadas y brutales.













Fin de la gran batalla, el triunfo de la modernidad se ha consumado


Indemnes de cualquier tipo de mordedura retomamos la marcha buscando la próxima parada, la ciudad de Chillar. Los ecos de la batalla se sienten independientemente de las formas, señal que la obra del artista ha servido de puente entre la realidad y su creación




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