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martes, 9 de septiembre de 2014

Estación Arenales, Buenos Aires, Argentina

El 31 de octubre de 1900, el presidente Roca resuelve la construcción de un ramal ferroviario entre Saforcada y Santa Isabel en la Provincia de Santa Fe. La empresa BAP, propietaria del trazado, expone los inconvenientes que experimenta al querer llegar con las vías al recientemente creado pueblo de General Arenales, debido a una extensa cañada que había que atravesar, proponiendo correr la traza unos 3 kilómetros para salvar así el accidente geográfico. El Poder Ejecutivo autoriza el nuevo diseño y el 11 de marzo de 1902 el tren llega a la pequeña villa ubicada en tierras del centro Agrícola El Chañar propiedad del Señor Julio Lanos. Surge así la Estación Arenales y ese hecho fortuito le da un fuerte impulso al pequeño villorío de 16 manzanas que supo aprovechar el movimiento que le imprimió durante muchos años el ferrocarril, mientras que la cabecera departamental se había quedado sin estación y tren.
El poblamiento inicial de la zona se corresponde al emplazamiento del Fortín El Chañar, levantado a mediados del siglo XIX junto con otros para impedir el avance de los malones contra poblaciones como Junín, Rojas y Mercedes.
La pequeña villa hoy sufre el despoblamiento sistemático que han sufrido todos los pueblos que se quedaron sin tren, su población asciende a 90 habitantes y al efectuar una recorrida por sus polvorientas calles nos topamos con robustos edificios de ladrillos que nos hablan de la importancia que supo tener la villa mientras sucedía todo el movimiento que generaba el ferrocarril, peones, carreros, bolseros, despachantes, personajes secundarios del mundo tren.
Si algo le faltaba a la pequeña estación Arenales para reforzar su carácter de triste y solitaria, a lo lejos sentido ascendente se divisa la figura de otro olvido. Un Materfer con cabina auxiliar y esquema de pintura de T.B.A, quebrado y abandonado con la siniestra y amenazante presencia del silo gigante por detrás.
Un motivo de orgullo para los habitantes de la villa lo constituía la plaza, diseñada por Don Patricio Fiori, allá por 1912, estaba rodeada por gruesas cadenas afirmadas en postes de quebracho colorado y se ingresaba por medio de 8 molinetes distribuidos en su perímetro. La iluminación de la misma representaba el único alumbrado público que contaba la comunidad y hasta que apareció en escena el club, fue el centro social de toda la población de Estación Arenales.
El Club Sportivo nace de la inspiración de un grupo de vecinos que se reunieron el 7 de octubre de 1924 en la sala de espera de la estación con el objetivo de formar un espacio social y deportivo que colmara sus anhelos de por ejemplo tener un club de fútbol local, equipo que consiguió la gloria de ganar el campeonato departamental durante la temporada de 1937.
La primer sede social funcionó en un edificio alquilado, hasta que en 1947 se muda a otra propiedad que resulta destruída por un viento huracanado en 1951, se demuele el edificio, hasta que en 1958 se compra la propiedad definitiva que se mantiene en pié pero en un triste estado de abandono, como ocurre con casi todos los clubes sociales de los pueblos que alguna vez tuvieron vida propia.
La plaza perdió sus cómodos bancos de madera que fueron a parar a la plaza principal de su homónima, en su lugar se colocaron bancos de cemento frágiles que con el tiempo se fueron deteriorando hasta desaparecer, la plaza perdió también el encanto de sus plantas con flores, sus magnolias que contagiaban con su perfume a toda la villa, la villa perdió a su club que supo ganar el torneo del 37, se quedó sin sus grandes comercios que vivían al ritmo del paso del tren, se quedó sin su tren de pasajeros, sin su estación, tan solo recuerdos y sombras deambulan por sus polvorientas calles sin esperanzas.

1 comentario:

  1. En el polvo del tiempo, un pueblo olvidado,
    con calles que el viento en susurros barría,
    donde el eco de vidas, en sombras callado,
    era todo el latido que el silencio vestía.

    Las casas de de ladrillos con barro, en su lecho dormían,
    esperando el rumor de pasos que un día,
    despertaron los sueños de historias perdidas,
    y al sol renacieron, tejieron su vida.

    Con el paso del tiempo, el olvido se aleja,
    y el polvo en las calles se convierte en sendero,
    pues las voces que llenan la plaza desierta
    son testigos del cambio, de un futuro sincero.

    *Hoy en día renació un hermoso barrio en la estación

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