Para el segundo post sobre Rauch nos quedó el Parque Municipal Juan Silva. El antiguo campo de Álzaga abarcaba desde el Arroyo Chapaleofú hasta el Arroyo Los Huesos.
En 1887 heredó esta parte del campo una de sus cuatro hijas Doña Carolina que en 1893 se casa con Félix Viñales, construyendo en el lugar la Estancia San Gabino.
En 1951 el campo es expropiado por el Ministerio de Asuntos Agrarios en el marco del Plan Agropecuario Nacional y la Ley de Colonización de 1948. En 1964 el casco con una parcela de cincuenta hectáreas fue adquirido por la Municipalidad con el fin de crear un Museo Histórico y un parque público.
Para el final nos queda el Puente Silva, construído por el Departamento de Ingenieros de la Provincia de Buenos Aires en 1875, para trasponerlo se cobraba un peaje obligatorio hecho que se mantuvo hasta 1890.
En 1975 fue declarado Monumento de Significación Histórica por parte de la Municipalidad de Rauch.
En 1887 heredó esta parte del campo una de sus cuatro hijas Doña Carolina que en 1893 se casa con Félix Viñales, construyendo en el lugar la Estancia San Gabino.
En 1951 el campo es expropiado por el Ministerio de Asuntos Agrarios en el marco del Plan Agropecuario Nacional y la Ley de Colonización de 1948. En 1964 el casco con una parcela de cincuenta hectáreas fue adquirido por la Municipalidad con el fin de crear un Museo Histórico y un parque público.
Para el final nos queda el Puente Silva, construído por el Departamento de Ingenieros de la Provincia de Buenos Aires en 1875, para trasponerlo se cobraba un peaje obligatorio hecho que se mantuvo hasta 1890.
En 1975 fue declarado Monumento de Significación Histórica por parte de la Municipalidad de Rauch.
El puente de día
El puente al ocaso
Reflejos de otoño sobre el Chapaleofú
Fin de post, realmente Rauch me deparó varias sorpresas y me confirmó algunas certezas. Agradecimientos al Sr. Leandro Taladriz, Secretario de Cultura, a sus colaboradoras que acompañaron mi visita a la Casa de la Cultura aportándome datos e información que realmente desconocía, al propietario del Gran Hotel que me contactó con la gente de Cultura, a quienes me transportaron y soportaron mis tiempos y a todos aquellos que me aconsejaron y orientaron para que mi estadía en la ciudad sea verdaderamente muy fructífera.
Queda todavía una última entrada, la misma mostrará uno de esos lugares que vale la pena visitar alguna vez en la vida. Paciencia, todo llega...
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