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martes, 22 de abril de 2014

Los Indios, Buenos Aires, Argentina

Volvamos a la mañana de ese sábado. Después de haber descubierto Rafael Obligado por primera vez, sin saber que la tarde me daría revancha o una segunda oportunidad seguimos viaje hacia el pequeño enclave de Los Indios.
La primera parada involucra a la estación perteneciente al antiguo Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico para su ramal de 132 kilómetros entre Rawson y Arribeños.
El ramal construído a principios del 1900 entra en funcionamiento en 1912, luego de la compra y estatización pasa a formar parte del Ferrocarril General San Martín, para luego ser regalado a la ALL durante la entrega menemista. Hoy sus vías, o lo que queda de sus vías le pertenecen a la empresa estatal Belgrano Cargas y Logística. El edificio está ocupado, en buen estado de conservación y sorprende por su pequeña escala en contraste con el infinito del campo que la circunda.
El paseo continúa a escasos treinta metros de la estación, cruzando la calle-ruta-avenida-peatonal, junto a la actual sede del club Los Indios se halla una cancha de pelota abandonada, junto a una construcción que agoniza por exceso de ausencias.
El encuentro con estas centenarias construcciones abatidas me genera el desafío de encontrar belleza donde supuestamente no hay más que destrozo, desorden y abandono. La búsqueda de ese detalle, conjunto o recóndito rincón al que intento definir como abandon-arte, me ubica en la defensa de tanto espacio sin mostrar.
Sombras, planos, líneas, geometría e historia
Para arribar a la tercera parada debo recorrer cien metros, allí me espera el pequeño oratorio que hace las veces de capilla mientras se aguarda la construcción de un edificio-templo, enfrente luce el almacén de ramos generales y la estación de servicios.
                                                                                Indicaciones que nadie consulta, porque quienes transitan por allí saben hacia donde van, y quienes no saben donde ir no reparan en estos caminos.
El pequeño oratorio está junto a la propiedad de la Señora Delegada Comunal, Griselda Sisic, que con mucha deferencia me permitió intercambiar algunas palabras , contándome por ejemplo que por nada del mundo cambiaría su lugar en el mundo, hablándome sobre de cuanto que no hace falta, carece el pueblo, mostrando preocupación por el arsénico que contamina a las napas y que impide el uso del nuevo sistema de agua potable de red.
Recordó historias, delineó el futuro inmediato, auguró buenos días por venir y me hizo comprender sobre como puede vivir uno si posee las cosas básicas a su alcance, hay vida posible más allá del wi-fi, el shopping, los multicines y toda la parafernalia que nos induce a consumir para no sentirnos desclasados.
Los viejos surtidores, las publicidades en el recuerdo, las palabras que el tiempo se llevó, forman parte de un espacio querible por su honestidad.
Saludo a la Señora Delegada, agradezco su tiempo e intento volver a la realidad que por un rato quiero dejar a un lado.
Me voy contento pensando que un sitio como Los Indios no me resulta invisible, que puedo encontrar belleza a la vista , que puedo ver esa belleza que permanece visible para quién quiera sentirla, y que ese principio se puede aplicar a tanto que nos quieren silenciar, invisibilizar o simplemente negar.

2 comentarios:

  1. Pues usted tiene una mirada adiestrada para belleza, Don! Ja! Siempre te podés "ir contento" de estas visitas porque, no sólo sabés encontrar en cada pueblo algo está más allá de esa belleza que mencionás, sino que desde tu visión y apasionamiento los presentás acá...y así nos llega nosotros el conocimiento de estos rincones olvidados del país...invevitablemente "bellos"! Gran trabajo. Abrazo.

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  2. Puede ser, el hecho de haber estudiado Arquitectura, te abre la mirada hacia lo espacial y compositivo, un prisma inerte con una sombra consistente puede transformarse en un hecho artístico, también juega el hecho de pasarse la vida encerrado entre la casa y el trabajo, hecho que dispara sensaciones cuando salís al exterior infinito, la relación entre lo técnico y lo sensible permite dotar de significado objetos tan invisibles como un surtidor oxidado, cien botellas apiladas, un techo a punto de colapsar o un tarado junto a un palo.
    Por gracia sobran objetos invisibles y sobra belleza, espero no quedarme "sin tiempo" para seguir mostrando.
    Abrazo.

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