Seguí por ese solitario camino hasta el próximo pueblo y la historia se volvió a repetir con una variante, ésta vez en el predio de la estación se hallaba operando una pala mecánica, hablo con el maquinista y me comenta que procedía a despejar los restos de un descarrilamiento reciente, accidente que provocó un pequeño desastre ambiental ya que derramó ácido sulfúrico en tierra y atmósfera., la charla se tornó amena y comprometida ya que el trabajador era un fervoroso defensor del ferrocarril estatal, para el que había laborado durante más de veinticinco años, una voz clara y comprometida con una causa que nos involucra a todos. Vuelta y del desánimo del abandono anterior al encendido monólogo de a dos, parece haberme cambiado el ánimo, bien para afrontar el capítulo final de la historia Salamone, precisamente las seis últimas tomas corresponden al matadero de Laprida, obra del manual art decó pampeano en estado puro, mientras rodeo el edificio me salen al encuentro, Walter Gropius, Marinetti, De Sitijl, Fritz Lang, próceres del pasado académico y vuelvo al encendido discurso del compañero ferroviario y trato de sacar comunes denominadores y me sale la presencia del Estado, de un estado que genera estas exquisitas obras y de un estado integrador y contenedor y caigo en la urgente nebulosa del que falló...
Me emociona la lectura de la historia del cOMBATE DEPARAGUIL. Ojalá algún día pueda viajar a esa localidad y darle un abrazo a monumento que recuerda las batallas.-
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