domingo, 7 de julio de 2013

Sexta Estación. Rodolfo encuentra su lugar en el Mundo. Azcuénaga, Buenos Aires, Argentina

Con Azcuénaga fue amor a primera vista, por su escala mínima, por su estación importante, intrusada y olvidada, por sus casas largas, por su plaza, su iglesia de ladrillos expuestos, por sus pobladores, auténticos, por un cielo de comedia que dejó de brillar para convertirse en un cielo dramático, auténtico telón de fondo necesario para resaltar la trágica belleza del pueblo.
Opté para almorzar el restaurante de campo La Porteña, ubicado bien enfrente del edificio estación, completan la opción gastronómica El Terrén, muy grande, y la Casona de Toto, nadie a la vista, el sitio es muy cálido, atendido por su dueño, un antiguo sastre, poseedor de mil anécdotas que no hay que esforzarse demasiado para que se escurran por su boca. Tras los cristales la vetusta construcción flanqueada por lo que quedó del galpón construído en 1885 y derribado por la cola de un tornado en diciembre del año pasado, el cuadro era perfecto, la ambientación, la comida, la temperatura interior y cierto despojo allí afuera.
foto de Héctor Avilés para HojasdeRuta
la estación y el galpón derribado
La estación Azcuénaga quedó habilitada al público el 1 de abril de 1880, en aquella ocasión llegó el primer tren arrastrado por una locomotora a vapor procedente de la estación Parque, que se encontraba en la actual locación del Teatro Colón. La línea que administraba el Ferrocarril del Oeste cubría el trayecto Luján-Pergamino, dicho ramal pasó a manos del Ferrocarril Central Argentino, luego durante la nacionalización del 47 quedó bajo la órbita del General Mitre para morir irremediablemente en poder del NCA, que ni explota, ni mantiene la línea.
Sobre la calle principal costeando la vía además de los tres negocios gastronómicos, se ubican el Club Recreativo Apolo, la panadería y el antiguo edificio de la Cooperativa Eléctrica que poseía en su patio central un molino derribado por el meteoro que acabó con el galpón ferroviario.
Internándose una cuadra hacia adentro nos encontramos con una curiosa plaza sin veredas perimetrales, la Plaza Miguel de Azcuénaga que prologa al hermoso templo que se erige tras ella.
La Capilla Nuestra Señora del Rosario se comenzó a construir en 1902, finalizando sus obras en 1907. Su interior es una verdadera belleza con dos reliquias donadas por la familia Ham, un bautisterio que data de 1912 y el altar que llegó desde Zaragoza en 1907 y que parece de mármol labrado pero solo al tocarlo nos damos cuenta que es de madera trabajada.
El historiador del pueblo el doctor Héctor Terrén se refiere a un dicho popular muy común en la zona, "está como la capilla de Azcuénaga, no tiene cura" ya que a pesar de su volumen tan sólo una vez por mes se oficia misa.
Me voy de Azcuénaga enamorado, enamorado de su paz, de sus callecitas, de sus tragedias, del amor de su gente, y si a tanta gente le aflora ese sentimiento algo habrá, algo tendrán esos ladrillos, esa tierra, esos árboles esqueleto, esas maderas, ese aroma a leña del horno de la panadería, ese tiempo que no distingue entre pasado y presente.

1 comentario:

  1. Estimado Héctor, gracias por el comentario y gracias también por dedicarle tiempo y pasión a su lugar en el Mundo. Abrazo!!

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