Llovió durante todo el viaje, casi seis horas bajo una lluvia por momentos vestida de diluvio, indudablemente los pronosticadoeres y sus pronósticos no fallaron esta vez, pero todavía exitía la chance que en la ciudad la cuestión sonara diferente, y en parte sucedió así, con una vigencia nunca mas precisa de aquella frase de uno de nuestros filósofos vernáculos, Albert Olmedo conde de Pichincha, y su "siempre que llovió, paró".
Las seis horas sirvieron para repetir una y cien veces más todo lo que quería ver en la ciudad de las confusas hipotenusas, la Casa Curuchet, la Catedral, las estaciones de FC, las estatuas, el museo de Ciencias, el Estadio único, el nuevo Teatro Argentino, el Pasaje Dardo Rocha, Ensenada y quizás Magdalena, debo decir que en la ciudad me esperaba una Amiga, guía turística ella que seguramente me tenía preparadas sorpresas inconfesables.
Instalado en el Vendrás alguna vez, un bed and breakfast construído en el 1910, la hora de iniciar el recorrido había por fin llegado, y con Claudia como guía enfilamos hacia la vuelta del hotel para encontrarme frente a frente con la casa del Dr. Curuchet, única obra de Le Corbusier en América Latina, quizás para muchos resulte una casa más e inclusive una casa rara más, pero para quienes lo admiramos resulta ser todo un ícono de difícil explicación, lamentablemente las visitas por su interior están a cargo de la Sociedad de Arquitectos platenses que la abren al público en sus horarios de trabajo, o sea que para los no platenses visitarla significa no ir a trabajar, el paseo continúa por el bosque, con sus monumentos, el Zoo, el lago, el Teatro del Lago, teatro de verano que ahora contiene a la Escuela de Circo, la Gruta, el nuevo estadio del Pincha, el viejo estadio del Lobo, el Museo de Ciencias, el Observatorio y muchos recodos, barcitos adorables, detalles en medio de una ciudad que respira aire puro gracias a este pulmón verde orgullo máximo de los platenses.
No llueve y el paseo continúa por Av 53 rumbo a Plaza San Martín, y a esta altura números y diagonales empiezan a entrecruzarse en mi cabeza peligrosamente.
Las seis horas sirvieron para repetir una y cien veces más todo lo que quería ver en la ciudad de las confusas hipotenusas, la Casa Curuchet, la Catedral, las estaciones de FC, las estatuas, el museo de Ciencias, el Estadio único, el nuevo Teatro Argentino, el Pasaje Dardo Rocha, Ensenada y quizás Magdalena, debo decir que en la ciudad me esperaba una Amiga, guía turística ella que seguramente me tenía preparadas sorpresas inconfesables.
Instalado en el Vendrás alguna vez, un bed and breakfast construído en el 1910, la hora de iniciar el recorrido había por fin llegado, y con Claudia como guía enfilamos hacia la vuelta del hotel para encontrarme frente a frente con la casa del Dr. Curuchet, única obra de Le Corbusier en América Latina, quizás para muchos resulte una casa más e inclusive una casa rara más, pero para quienes lo admiramos resulta ser todo un ícono de difícil explicación, lamentablemente las visitas por su interior están a cargo de la Sociedad de Arquitectos platenses que la abren al público en sus horarios de trabajo, o sea que para los no platenses visitarla significa no ir a trabajar, el paseo continúa por el bosque, con sus monumentos, el Zoo, el lago, el Teatro del Lago, teatro de verano que ahora contiene a la Escuela de Circo, la Gruta, el nuevo estadio del Pincha, el viejo estadio del Lobo, el Museo de Ciencias, el Observatorio y muchos recodos, barcitos adorables, detalles en medio de una ciudad que respira aire puro gracias a este pulmón verde orgullo máximo de los platenses.
No llueve y el paseo continúa por Av 53 rumbo a Plaza San Martín, y a esta altura números y diagonales empiezan a entrecruzarse en mi cabeza peligrosamente.
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