La Capilla se ubica fuera del pequeño poblado de Characato, justo enfrente de la Estancia homónima.
Empecemos por el significado de la palabra que dá nombre al lugar, seguramente se refiere al bravo cacique Comechingón Characate que vivió en Pampa de Olaén. Con el tiempo la propiedad de estas tierras pasó a manos de los Jesuitas hasta su expulsión, procediéndose al loteo de los solares de la Estancia La Candelaria.
A finales del siglo XIX las tierras estaban en poder del matrimonio Torales-Guzmán que en 1895 mandan a construir la pequeña Capilla, que en su interior guarda una historia de muertes y misterios hasta ahora no develados. A continuación un pequeño relato tomado de palabras de familiares de los propietarios del lugar.
Durante las primeras décadas del siglo XX, aparecen en el predio dos hermanos provenientes de Deán Funes buscando trabajo, se trataba de los Amenábar, Joaquín e Ignacio, los dueños los toman, desempeñan correctamente sus tareas y al cabo de un tiempo Ignacio trae a su mujer y sus tres hijos, y Joaquín se casa con Remigia Torales Guzmán hija del propietario. Al morir sus padres este hermano se convierte en propietario del fundo y a pesar de tal extraña situación todo fluye con normalidad hasta que un día...
Bueno un día y sin fundamentos o razones concretas, Joaquín entra a la Capilla, se para frente al pequeño altar y de un certero pistoletazo se quita la vida, a los pocos días Ignacio, el menor, toma la misma desición.
Los mismos son enterrados en el interior del edificio, y al poco tiempo sus tumbas vandalizadas y los cuerpos desaparecidos.
A partir de ese momento la blanca Capilla entornó sus puertas, se alejó de Dios, ya que el sacerdote que oficiaba misa cada quince días no volvió al lugar y hasta nuestros días guarda entre sus anchos muros la verdad de lo ocurrido.
En 1994 la Estancia cambia de manos y hasta el momento la familia viene pidiendo a la curia para que se haga cargo de ella, pedido ignorado sistemáticamente, así que la pobre está al cuidado de la gente del fundo, que la mantiene abierta sólo en horas de luz, ya que además fue profanada habiendo desaparecido piezas de valor religioso.
Con las vistas de la Pampa, con la sobrecogedora experiencia de un pequeño edificio en solitario y con una historia trágica a cuestas emprendo el regreso pensando en que cada lugar alberga una historia, de cualquier tenor, pero siempre hay algo para escuchar y recontar.
La vuelta y nueva parada sobre el Río Pinto y una foto para ver desde una distancia considerable, desde lejos las piedras y el agua oscura dan la sensación de un águila capturando una presa entre sus garras, curiosidades visibles si se presta debida atención al entorno.